Entendemos por fantasmas aquellas creencias, actitudes, comportamientos, pensamientos emociones y sensaciones que operan en nuestro interior sin que nos demos cuenta de ello.
Para todos los que transitamos por el mundo de la adopción, es sabido que muchos niños adoptados tienen dificultades en varios ámbitos del desarrollo. Las secuelas que dejan el abandono y el maltrato son evidentes: problemas de comportamiento, dificultades en el aprendizaje, en las relaciones sociales, etc. Pero los niños adoptados son niños que, como los demás, viven en un entorno familiar que les transmite valores, les educa y les quiere. En este entorno, sus padres adoptivos también están sujetos a lo que han aprendido de pequeños con sus propios padres, han aprendido a expresar el cariño de determinada manera, han aprendido un tipo de comunicación que puede ser explícita o implícita; en definitiva, también se ven influenciados a la hora de transmitir sus valores y comportamientos.
Este aprendizaje de los valores pasa de padres a hijos, y cuando estos se convierten en familia, recurrirán a ellos para educar y criar a sus hijos. Los padres adoptivos, como todos, tienen sus propios fantasmas a la hora de relacionarse con sus hijos, pero en dicha relación tienen más dificultades porque los niños adoptados son mucho más sensibles y vulnerables que los que no lo son.
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