La adopción es un proceso de incertidumbre para los niños acogidos, y también para los padres, que se enfrentan muchas veces a largos y costosos trámites para finalizar con éxito su proyecto de familia. El psicoterapeuta Eduardo Barca habla sobre los miedos y las ilusiones de la adopción. "A partir de los 4 o 5 años, tienen más riesgos de presentar trastornos conductuales, y los mayores más", afirma Barca, quien pertenece a la organización gallega Manaia para la acogida y la adopción.
Muchos psicólogos hablan de un desajuste entre las expectativas de la adopción y la realidad, ¿hay todavía muchos mitos en torno al proceso?
Ya hay menos de lo que hubo, sobre todo en comparación con el total desconocimiento de los primeros años del 2000. Hasta 2006, no se empezaron a investigar las consecuencias de que un niño estuviera desnutrido o de que hubiera estado tres años en un orfanato. Ahora ya se ha desmitificado mucho eso que había antes de que con amor todo se cura.
También hace falta ayuda psicológica.
Sí. No todos los chicos la necesitan, pero cuando hay una serie de indicadores de haber sufrido experiencias como el maltrato, vas a necesitar ese acompañamiento. La forma de crecer y de madurar del chico va a ser muy distinta al ritmo que tendría cualquier otro. Ver que un niño de trece años estalla como uno de seis y que está una hora en crisis, descoloca bastante a los padres.
¿Cómo deben hacer frente a la adopción?
Algo que les ayudaría mucho son cosas como las que hace la organización Manaia, que es poner en contacto a padres entre ellos para que puedan compartir experiencias. A veces te quedas con el libro de cabecera, pero el libro no va a tener nada que ver con los pasos por los que va a pasar el chico si es complicado. Yo suelo decir a los padres que el manual con el que hemos crecido la mayoría no suele ser el mejor. Ponernos serios, enfadarnos, gritar... Todo lo que tiene que ver con esa experiencia de maltrato les puede hacer perder el control debido a su pasado. También son hipersensibles al rechazo. Muchos, al menor comentario, entran en pánico porque piensan que los van a devolver.
¿Se prepara a los niños para la transición?
Eso sería lo ideal, que el niño supiera a qué atenerse, cuál va a ser el recorrido que va a hacer una vez salga del orfanato. Pero algunos no tienen ni idea. Recuerdo que alguno pensaba que eran una especie de vacaciones, y después de llevar varias semanas preguntaba cuándo iba a volver a su país. Cualquier servicio de menores debería explicarles, claramente, qué va a pasar, pero no se hace. Con los padres se hace muy poco también. Hacen un curso, quizás, pero es una formación muy genérica, que no explica la parte más complicada.
¿Cuál es?
Sin duda cuando llegan a la adolescencia. Puede haber chicos que fueron bien en las distintas etapas de la infancia, pero la adolescencia es cuando suele salir todo. Es una fase compleja en sí, y a eso se suman todas esas circunstancias que puedan estar detrás.
¿Es clave la edad en el proceso de adopción?
Es uno de los pronósticos de su buen devenir. A partir de los cuatro o cinco años, los niños tienen más riesgos de presentar trastornos conductuales, y los mayores muchos más. Eso lo explica el efecto acumulativo de las vivencias. Son chicos que pueden vivir diez años en situaciones muy dañinas, y eso cuanto más tiempo pase, y más temprano pase, la capacidad de recuperarse es menor.
Habla de los problemas conductuales como un hecho en los niños adoptados, ¿es habitual?
Es habitual cuando hay estas situaciones. Yo me dedico a trabajar con muchos de esos niños, y el 85% suelen tener problemas conductuales, pero no suele ser lo habitual en la adopción. Pueden tener en mayor o menor grado ese desajuste, pero si no han vivido esas situaciones suelen ser capaces de ajustar su conducta a la familia y tener normal desarrollo.
¿Cómo vive un niño el proceso de adopción?
Es un proceso de adaptación que a veces parece que no influye, porque son pequeños, pero el salto es tremendo. Sobre todo, cuanto más culturalmente distinto sea el lugar del que vienen y al que llegan. Pero como siempre, suele ir unido a esa situación de desprotección, suele haber una receptividad, porque aprecian el cuidado que a lo mejor no tuvieron. Yo creo que el mayor choque es el emocional, porque a veces con lo que han vivido se construyen un tipo de personalidad que es muy defensiva para no volver a sufrir, desconfían.
A las familias también les afecta la incertidumbre del proceso.
Sí. Yo recuerdo a familias que hablaban de tiempos de adopción que podían ser de 6 u 8 años. Eso a nivel de estabilidad personal no es fácil, porque la vida en ese tiempo da muchas vueltas. Para algunos es una experiencia mala, sobre todo si te enfrentas tú solo al proceso burocrático del país. Solo con el tema de viajes, billetes, el proceso completo debe andar entre los 10.000 y los 30.000 euros.
Para adoptar en lugares como Rusia, Etiopía o China se dieron en España muchas facilidades hace unos años, pero los niños llegaron rodeados de irregularidades que acabaron siendo problemáticas.
Antes había muy poca transparencia, pero ahora se sabe más y se está exigiendo que se certifique mejor el proceso adoptivo. Pero claro, hacia los 17 o 18 años que las adopciones nacionales no estaban por delante de las internacionales, pero este año han vuelto otra vez. Además de la crisis, influye cuánto se conoce de todo eso. También está detrás ese mayor conocimiento de lo que implica el tener un niño adoptado. La adopción es un reto, tienes que estar preparado para darle al niño lo que necesita.
¿Y hay edad para decirle a un niño que es adoptado?
Es más difícil cuidar ese proceso cuando hay situación de negligencia y maltrato pero, si no, desde que llegan. Se recomienda que eso ya esté presente desde bien pequeños. Hay quien tiene fotos de su familia que les hicieron cuando fueron, y les enseñan imágenes de los padres biológicos y los adoptivos. Algunos chicos preferirían no afrontar el tema de la adopción, pero cuanto más real seas mejor le irá y no tendrá en la adolescencia esas crisis de identidad. Si no se va con la verdad por delante, después el shock es mucho mayor.